¿Cómo eran los cines en Pisco?

Todo esto sucedió en la ciudad de Pisco mucho antes de que tuvieras Internet

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cines en pisco

En Pisco había dos cines, el Cine Solar y el Cine Pisco; el más moderno de los dos era el Cine Pisco, que estaba en la calle San Juan de Dios y que anteriormente se había llamado Cine Fenix, si mal no recuerdo; en cambio, el Cine Solar, que estaba en la Calle Independencia a la vuelta de la Posada Gino, era el clásico cine teatro de provincia, y tenía varios ambientes que por su antigüedad no estaban abiertos al público, aunque en algunas ocasiones para eventos especiales sí se podía acceder a ellos.

Las películas de estreno siempre las tenía el Cine Pisco, así que el Cine Solar debía esperar a que las terminaran de exhibir allí para recién poderlas programar en su cartelera. Ahora, lo de películas de “estreno”, era más que nada un decir, ya que por lo general éstas llegaban mucho después de haber sido exhibidas en Lima. Eso hasta cierto punto tenía sus ventajas, sobre todo para los que éramos niños en aquella época porque podíamos juntar las propinas con calma, y así poder ver semanas después la película de “estreno” que anunciaban en la televisión o en los diarios El Comercio, La República, Ojo, Expreso, El Observador, Extra y El Popular, que eran los únicos que llegaban de Lima a Pisco.

Ambos cines tenían en la entrada de la calle una cortina metálica de dos cuerpos, donde la parte superior era como una malla, entonces así se podía ver hacia adentro y chequear los posters de los próximos estrenos, más o menos el sistema funcionaba así: las películas de estreno se anunciaba con bombos y platillos en la televisión y en los periódicos de Lima, semanas después llegaban a Pisco los posters y estos se distribuían entre el Cine Pisco y el Cine Solar; el poster de la película que estaba a punto de estrenarse en Pisco se publicaba en las vitrinas de la fachada de ambos cines, mientras que en la parte interna los de las películas a estrenarse semanas después.

El Cine Pisco tenía unas puertas de vidrio y aluminio justo al lado izquierdo de la boletería y allí pegaban todos los posters. También tenía unas vitrinas en la parte interior donde se publicaban otros posters por lo general de películas de serie B como Prisionero de Guerra, Vengador Anónimo III, Retroceder Nunca Rendirse Jamás, El Ataque de los Tomates Asesinos, etc. A la mano derecha de la boletería había una puerta de madera que daba acceso a los palcos, aunque la verdad durante los años que viví en Pisco nunca habilitaron al público esa parte del cine.

El Cine Solar tenía una construcción bastante clásica, como la de los cines de mediados de los años 50. No tengo idea cuando se inauguró, pero lo que sí puedo imaginar es que en algún momento de su lejana historia debió haber sido un lugar de reunión y encuentro de la “cream” de Pisco. Qué pena que no me tocó vivir esas épocas, incluso para inicios de los años 80 lo que escuchaba de la gente era que el Cine Solar había perdido significativamente todo su “glamour” y que el Cine Pisco, aunque decían que era “feo”, por su arquitectura algo tosca pero funcional, estaba en condiciones de desplazarlo y mandarlo al retiro.

De hecho, cuando era niño, hablar de ir al cine era hablar de ir al Cine Pisco. Evidentemente, no podíamos ir a las funciones de vermouth y noche, tampoco a las de los sábados porque había que hacer las tareas del colegio, la mamá lo decía y era ley, así que toda la chibolada pisqueña de inicio de los 80 rompía la taquilla del Cine Pisco con la función de matiné del domingo. Allí nuestras madres se encargaban de ponernos nuestras mejores ropas y mandarnos impecables, bien peinados y perfumados con colonia Jhonson, la única que había en el mercado, y mientras más colonia te echabas, más posición social tenías, porque ir al cine era toda una ceremonia, un evento social importantísimo.

Mis amigos y yo llegábamos siempre muy temprano al Cine Pisco, media hora antes de que abrieran las cortinas metálicas, incluso antes de que se instalara la señora de la boletería. Lo bueno de todo era que en frente del cine había una serie de carretillas con un cerro, pero que digo un cerro, dos cerros de golosinas, todas amontonadas unas sobre otras. Recuerdo a las señoras que las vendían, eran casi todas muy viejitas, pero tenían una memoria de varios gigas para sacar la cuenta de todo lo que la gente les pedía. En las carretillas podías comprar tu “pop corn”, que nosotros le llamábamos cancha, y por su puesto su gaseosa. Ahora, aquí había un problema logístico, el “pop corn” era un sobrecito de papel con media docena de canchitas y la gaseosa era en botella. Así que para evitar problemas te comías la cancha y te tomabas la gaseosa allí afuera y entrabas al cine a ver tu película tranquilo. Si tenías suerte, la señora de la carretilla te dejaba llevar la botella al cine, y te podías dar el lujo de ver tu película tomando tu gaseosa. Pero eso sí, a la salida te esperaba la tía por su botella, y si te desaparecías te buscaba y te encontraba, porque Pisco era chiquito. También había otras opciones, como la gaseosa en lata o el Frugos, que venía en un sachet enorme; pero el Frugos te costaba tanto como la entrada al cine, y la gaseosa en lata tanto como la colonia Jhonson, así que si te dabas esos gustitos te quedabas sin matiné la próxima semana.

La boletería del Cine Pisco era una pequeña cabina con una especie de ventanas de aluminio. Allí adentro estaba la señora de la boletería que te daba las entradas, las clásicas entradas de cine, es decir, el cartoncito de bordes recortados. Ya con el ticket en mano, te acercabas a un señor que estaba sentado frente a las puertas de vidrio y aluminio del interior del cine; él te pedía el ticket y lo metía en una especie de ánfora de madera, ahora sí podías pasar. Las butacas eran de madera con asientos replegables y estaban distribuidas en tres secciones: izquierda, centro, derecha. Nadie quería sentarse a los costados, sino más bien en las butacas del medio, desde allí se veía mejor. Si bien es cierto el piso estaba en declive, tenías que rezar para que ningún grandulón se sentara delante de ti porque te podía tapar toda la película con su espalda, aunque si eso ocurría tenías la opción de levantar el asiento replegable y sentarte más arriba en el filo, claro que el espectador de atrás también iba a hacer los mismo, y así todos los chibolos en el cine incluyendo los chatos.

El inicio de la película lo determinaba el apagado de los fluorescentes que estaban distribuidos como en escalerita en las paredes laterales. Ni bien eso ocurría en la parte del techo, cercano a la pantalla, se encendían varias lucecitas amarillas; luego, unas luces se reflejaban en las cortinas que cubrían otras cortinas que a su vez cubrían el ecran. Las primeras cortinas eran alumbradas con luces rojas y se abrían para los costados; las segundas tenían un color entre amarillo o verde fosforescente que al momento de abrirlas subían hacia el techo enrollándose como lo hacen en el teatro. Finalmente, la pantalla quedaba al descubierto y empezaba la proyección.

Ahora bien, si hay algo que tengo que decir es que las películas que llegaban a Pisco por lo general estaban algo maltratadas, y no era para menos porque de seguro ya tenían un buen kilometraje de proyecciones, y eso hacía que muchas veces viéramos la imagen como picadita en algunos recuadros, o como cuando se cambiaba el rollo y los primeros recuadros de la película se veía todo lluvioso o con marcas negras que subían y bajaban como garabatos. Ni bien ocurría esto último la gente se molestaba y silbaba. Esto no era lo peor, a veces ni siquiera la película estaba completa, ya aquí sí hubiéramos tenido una rebelión en el cine, pero no ocurría nada porque la gente asumía que todo estaba bien y que la película era así, y ya siéntate y mira nomás. Me acuerdo, por ejemplo, que cuando vi Indiana Jones y la Última Cruzada, en el Cine Pisco la película terminaba con Indiana Jones sanando a su padre y fin. Los otros 15 minutos de película los terminé viendo en VHS.

Si te perdías la película de “estreno” en el Cine Pisco, tenías todavía la oportunidad de verla en el Cine Solar, más barata, pero más deteriorada.

El Cine Solar tenía una boletería tradicional, como una ventana de fierro que salía de un muro, detrás de la cual estaba el boletero. Luego de comprar la entrada uno se dirigía a la controladora, que era nada menos que la auxiliar de mi colegio, el Jorge Basadre, la Srta. Isabel, así que ella ya sabía a qué te dedicabas los domingos por la tarde en vez de estudiar.

A mí particularmente me gustaba el diseño del Cine Solar, aunque viejo y algo maltratado tenía más espíritu de séptimo arte que el Cine Pisco. De hecho también era teatro, pero yo a las obras teatrales nunca fui a excepción de una que organizó mi colegio, y que dicho sea de paso nos agarró un temblor allí adentro.

El Cine Solar tenía una platea bastante amplia, creo que más grande que la del Cine Pisco y los palcos sí estaban habilitados al público, aunque mayormente la gente prefería estar en la parte baja, porque allá arriba daba la sensación que no se estaba muy seguro.

Si bien era bonito y tenía espíritu, lo malo de este cine era que tenía unos equipos de proyección bastante trajinados y las películas a veces no se veían bien. Incluso no era raro que a mitad de las películas se hiciera una “pausa publicitaria” y se comenzaran proyectar avisos de todos los negocios de Pisco. Recuerdo uno a lo lejos donde salía un dibujo de Cantinflas anunciando un bazar, si no me equivoco, y otros tantos de color amarillo de distintas tiendas. La verdad, nadie los veía. La gente aprovechaba la “pausa publicitaria” para ir a la carretilla de enfrente a comprar dulces, y luego regresaban a seguir con la función.

Las cortinas que cubrían el ecran eran más austeras que las del Cine Pisco y también tenían ese juego de luces que las hacía ver de colores. Cuando se corrían las cortinas uno se podía percatar que en la parte baja a la derecha había un parche en la pantalla. Esto al principio incomodaba, pero ni bien Chuck Norris empezaba a romperles el alma a los malos, ya no importaba el parche o si la película estaba lluviosa, más bien había que rezar para que los terroristas no volaran una torre porque no había grupo electrógeno. Una vez mi hermana y a mí nos agarró un apagón en pleno Cine Solar, justo cuando estábamos viendo a Rambo que lanzaba bombas como endemoniado y en eso plop… obscuridad total. Recuerdo que hubo alguien por hay que dijo que Rambo le había disparado al de la proyección. Ese día no nos devolvieron la plata, es más, creo que nunca devolvían la plata cuando había apagón.

En fin, así fue como ocurrió, o al menos así es cómo lo recuerdo. ¡Saludos!

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